EL ALMA PÚBLICA
REVISTA DESDISCIPLINADA DE PSICOLOGÍA SOCIAL
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El Objetivo de esta revista es hacer que la psicología social sea interesante. Por su mero nombre, que es algo así como Tratado del Alma de la Sociedad, o sea, la aprehensión de una especie de aire pensante que flota sobre la ciudad e insufla a todos, pareciera que la psicología social es de por sí interesante: aquella ciencia que sabe cuáles son las ideas y los sueños de una sociedad, cómo son los rencores y las ilusiones que corren a través de los grupos, o por lo menos quiénes somos nosotros que no existimos sin los otros. Casi se diría que sería hasta importante: con conocimientos así, otra realidad nos cantaría, y no el mismo gallo de siempre.
Por razones que sí vienen al caso pero que no caben aquí (por ejemplo, la conversión de las universidades en empresas que ofrecen capacitación para conseguir empleo), la psicología social se ha vuelto una serie de técnicas cada vez más depuradas para obtener datos cada vez más superficiales, lo cual, hechas las cuentas, da la impresión de que la psicología social es una institución encargada de producir aburrimiento.
A la mejor lo que queremos los editores es salvar a la psicología social del aburrimiento.
El aburrimiento no se cura con la diversión, que es otra manera de la superficialidad, ni con el facilismo light políticamente correcto que a menudo se advierte en las revistas ávidas de lectores, sino con profundización, cosa que cuesta un poco más de trabajo pero que, cuando se hace en serio, puede hacerse sin solemnidad y con cierto sonriente desenfado.
El Alma Pública publica textos cortitos, textos cortos, textos medianos y uno que otro largo, es decir, publica textos para gentes con diferentes relojes, y publica aproximaciones teóricas, ensayos de aire psicosocial, historias de psicólogos sociales, textos viejos que resultan no sólo novedosos, sino nuevos, y reseñas, y frases que todavía no son célebres, todos los cuales nunca se aíslan en su propiedad privada sino que se comunican con el resto del pensamiento académico, con la cultura en general y con la vida de todos los días de todos. Su criterio de publicación es un aforismo de Flaubert: “todos los estilos son válidos menos el aburrido”.
La pretensión en bloque de El Alma Pública en las cosas que publica es que poco a poco en el lector se vaya gestando, por debajo, sin aviso, una comprensión de, por un lado, la realidad en que vivimos, incluyendo la esperanza y la indignación que eso comporta, y por el otro lado, una comprensión de la psicología social como forma de conocimiento. Cuando aparece la comprensión, que se nota porque brota una tenue alegría callada, la tarea, paradójicamente, no acaba, sino que comienza, porque todo empieza a volverse interesante, esto es, lleno de cosas desconocidas que se puede uno meter a conocer.
Los editores de El Alma Pública asumen que el papel de la psicología social no es ser útil (para eso están las máquinas de coser, los semáforos, las aspirinas), sino interesante. Ya lo que haga el lector con eso es cosa suya. Y aunque los editores son gente que ama con pasión el papel, no ignoran que hoy en día flota sobre la ciudad un aire nuevo, concretamente: internet.
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